sábado, 2 de mayo de 2009

Reflexión Crónica V (Última y Fin del Show)

El festival de música Ollinkan es el más esperado por nosotros, es un festival anual de música del mundo, y cuya bandera son las culturas en Resistencia. Año con año, lo esperamos entre los meses de Abril y Mayo, y forma parte de nuestro calendario de felicidad.
Este año la primera semana fue dedicada a Holanda y vino una tropa amplia de músicos holandeses que nos deleitaron por varios días.
La presencia holandesa en México, transcurrió del martes 12 de abril al domingo 19 de abril. Nosotros asistimos a los eventos del viernes en el Centro de Tlalpan y en el multiforo Ollinkan que se encuentran sobre la avenida San Fernando, la cual es ampliamente conocida por alojar hospitales de alta especialidad, cerca de ahí se encuentra también el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, mejor conocido por el INER, que fue el hospital más saturado durante la epidemia de influenza.
Sin embargo, los días previos a que se produciera la alarma, nosotros sólo pensabamos en música y nos frotabamos las manos ante el banquete musical. Así, el viernes estuvimos hasta pasadas las doce de la noche escuchando música. Disfrutando de una ciudad cosmopolita.
El sábado no fue diferente. Aunque el escenario fue otro. El teatro de la ciudad. Escuchamos el blues con infuencia árabe del grupo holandés No Blues y de Congo escuchamos los ritmos afrolatinos de Jimmy Omonga. La noche fue explendida y el lugar, el Teatro de la Ciudad, siempre resulta magnifico, ya que es uno de los teatros más bellos de la capital. Admirarlo es un espectáculo por si sólo. Las butacas del teatro son aterciopeladas y rojas, y a nosotros nos tocó en el segundo piso, a la izquierda del escenario.
Como dato anecdótico, recuerdo que alguién pasó una bolsa de nueces, y que la bolsa le dio la vuelta a toda la sección donde yo me encontraba, cuando llegó la bolsa de nueces a mis manos, yo no me había dado cuenta de donde provenía, y pensé que nos la pasaba el viejito de a lado con quien habíamos estado platicando, no miré bien lo que me daba, pero lo probé, no me lavé las manos, quizá las tenía sucias, no lo sé, la bolsa siguió su transito, y después la ví hasta la otra esquina de la sección, todos comimos, nadie se lavó las manos, nadie se preocupó de la gripe, ni de pavadas por el estilo, oímos la música y fuimos felices. El sistema inmune funciona de alguna manera, que todavía los especialistas no alcanzan a entender completamente, porque algunos se pueden enfermar y otras personas más expuestas no lo hacen. El azar juega también un rol, bastante importante en ésta vida, no podemos negarlo. La vida no es determinística, que hubiera pasado si ahí hubiera viajado la influenza porcina -¿no lo hizo?-, que hubiera pasado si caminando me hubiera cruzado con un estornudo -¿no lo hice? .
Ese fin de semana comenzamos lo que pensabamos iba a ser un maratón, no lo fue. El domingo en el conciertodromo Ollinkan cerramos sin saberlo el festival. Escuchamos cuatro o cinco bandas, todas holandesas, y el cierre fue el acostumbrado con una mezcla de artistas de diferentes grupos. Así, despedimos a Holanda de México.
Así, murió el festival Ollinkan. Ahora, que ha pasado el tiempo, que la alarma epidemiológica ha quedado atrás, tengo que reconocer que estabamos equivocados, que los negacionistas tenían razón, que el gobierno nos manipuló, nos jodió la felicidad, y todo por un virus al cual no supieron tratar, al cual no pudieron identificar rapidamente, al cual no pudieron combatir con Oseltamivir, y que en su lugar sacaron las armas mediáticas, como si fueran jeringas o antivirales, y lo único que aplacaron fue la felicidad, porque no estaban prevenidos, porque la gripe porcina fue el espejo de Texcatlipoca que asustó a todos los mexicanos que no supieron explicar con Ciencia lo que pasaba.
Malaya sea nuestra suerte que se jodió el Ollinkan.

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